Editorial
El paciente que tiene “Nada”
Hay pacientes, afortunadamente escasos, que presentan sintomatología que uno no ve y que además no las consigue evidenciar después de una investigación clínica y laboratorial, por ejemplo el paciente que refiere ardor, hay trastornos dermatológicos que se presentan como una sensación de ardor o calor en la piel de diferente intensidad, como en la porfiria, pénfigo foliáceo endémico brasilero "fogo salvagem"; pero el uso del termino ardor por parte del paciente es generalmente emotivo y denota más a menudo problema psiquiátrico o emocional.
Continuamos con el enrojecimiento de la cara, hinchazón o edema de un lado del rostro que no logramos ver, ni con la mejor iluminación ni con el lente magnificador, son otros datos de presentación frecuente en esta infrecuente queja por parte de los pacientes.




George B. LEAL JR
Jose Rafael SARDI
Fernando GOMEZ DAZA
Francisco GONZALEZ OTERO
Guillermo PLANAS GIRON
Nombre de la obra: El Cartero del Rey.
Juan carlos DIEZ DE MEDINA
Laboratorios Galderma
Yo venía envuelto en el manto de Iris, desde donde paga su tributo el caudaloso Orinoco al Dios de las aguas. Había visitado las encantadas fuentes amazónicas, y quise subir al atalaya del Universo. Busqué las huellas de La Condamine y de Humboldt seguílas audaz, nada me detuvo; llegué a la región glacial, el éter sofocaba mi aliento. Ninguna planta humana había hollado la corona diamantina que pusieron las manos de la Eternidad sobre las sienes excelsas del dominador del los Andes. Yo me dije: este manto de Iris que me ha servido de estandarte, ha recorrido en mis manos sobre regiones infernales, ha surcado los ríos y los mares, ha subido sobre los hombros gigantescos de los Andes; la tierra se ha allanado a los pies de Colombia, y el tiempo no ha podido detener la marcha de la libertad. Belona ha sido humillada por el resplandor de Iris, ¿;y no podré yo trepar sobre los cabellos canosos del gigante de la tierra? Sí podré! Y arrebatado por la violencia de un espíritu desconocido para mí, que me parecía divino, dejé atrás las huellas de Humboldt, empañando los cristales eternos que circuyen el Chimborazo. Llego como impulsado por el genio que me animaba, y desfallezco al tocar con mi cabeza la copa del firmamento: tenía a mis pies los umbrales del abismo.